domingo, 25 de noviembre de 2012

Arte. El Puente Ôhashi en Atake bajo una lluvia repentina


Análisis de una xilografía japonesa bajo la pregunta: ¿Por qué tuvo tanto éxito esta obra tanto en Japón como en occidente?



El Puente Ôhashi en Atake bajo una lluvia repentina 
(Ôhashi atake no yûdachi 大はしあたけの夕立)







Esta xilografía fue realizada en 1857 por Andô Hiroshige (1797-1858), también conocido como Utagawa Hiroshige, en referencia a la escuela de arte Utagawa, donde se formó. Forma parte de la colección “Cien vistas de famosos lugares de Edo” (Meisho Edo hyakkei), la última realizada por el artista antes de morir, y consta de 119 grabados que fueron publicados entre 1856 y 1859. El puente Ôhashi en Atake bajo una lluvia repentina tiene unas dimensiones de 34cm de alto y 22,5 de ancho, por lo que entraría en la categoría de xilografía ôban, de mayor tamaño que las chûban (normalmente de 27x20cm). Actualmente se expone en el Museo de Arte de Brooklyin, Nueva York.

Son varios los motivos que conducen esta obra a ser una de las más conocidas de Hiroshige, no sólo en Japón sino también en occidente, y ello se debe tanto a factores intrínsecos de la obra como a externos.



En primer lugar se ha de tener en cuenta la evolución de la xilografía o ukyo-e como arte mayor durante el período Edo (1603-1868). Al principio, las limitaciones técnicas a la hora de realizar una estampa hacían que a nivel artístico no fueran tan valoradas como las pinturas sobre seda o papel, y a nivel comercial tenían un público muy limitado, ya que el tema principal de este género era el de retratos de personajes históricos, literarios, actores y concubinas famosas, por lo que para apreciarlas y comprarlas el espectador había de tener unos mínimos de conocimiento en teatro o historia clásica. Con la introducción de la temática meisho (paisajes y lugares famosos de la geografía japonesa) el acceso a las estampas se extendió a un mayor número de personas, que ya no necesitaban un bagaje académico de entrada para apreciar las obras visualmente, y además el precio era razonable para la época (similar al precio de la comida de un día).

Hiroshige, siguiendo la estela de Hokusai (del que fue discípulo), se centró en este género para dar rienda suelta a su creatividad. No sólo reflejaba lugares conocidos por el espectador, sino que también los asociaba a diferentes estaciones del año, sensaciones poéticas o empleaba puntos de vista poco usuales, centrando la atención en objetos cotidianos o situaciones cercanas al ciudadano de a pie.

Otro punto importante acerca del contexto histórico es el del incremento de viajes realizados por el interior de Japón. Tanto de negocios como de placer, muchos viajes tenían la capital del Este como destino final o de paso (como por ejemplo los que recorrían la famosa ruta de Kisokaido, que unía Kyôto y Edo) y muchos de los visitantes querían llevarse un recuerdo a casa de su estancia en la ciudad. Las estampas adquieren entonces un valor comercial nunca visto: relativamente baratas de producir y con una gran tirada rápida de editar, las estampas eran un negocio lucrativo, tanto que muchas de las tiendas de la ciudad se trasladaron a las afueras o a las intersecciones para captar a los viajeros y evitar la competencia de otras editoriales más céntricas. La estampa de El puente Ôhashi en Atake bajo una lluvia repentina no es una excepción en este aspecto. A pesar del componente artístico de la obra, la colección a la que pertenece fue encargada por el editor Uoya Eikichi con fines comerciales. En el caso de las xilografías, es tan importante la figura del autor (que hace el diseño) como la de su editor (que financia las tallas y la producción de las estampas y las distribuye), y también del artesano que talla las piezas de acuerdo con el diseño del autor.

Un aspecto destacable de la colección, que la diferencia incluso de otras hechas por el propio Hiroshige, es el tema escogido para ella: Edo, sobretodo teniendo en cuenta el contexto histórico. A partir del desembarco de los “barcos negros” en 1853, la ciudad cambió prácticamente de la noche a la mañana. Además, un terremoto en 1855 (de magnitud 7.1 en la escala de Richter) arrasó gran parte de la capital, con más de 10.000 muertos y 16.000 fallecidos. En un momento en el que la población parecía perdida en el mar del progreso forzado, ver la ciudad de Edo retratada con tanta naturalidad y belleza, con tanta cercanía al espectador, incluyendo lugares típicos y tradicionales, el río Sumida o los puentes de madera, era ciertamente un descanso: resultaba una colección muy atractiva tanto para el ciudadano autóctono como para el turista.

El puente Ôhashi en Atake bajo una lluvia repentina es una obra vertical, y está dividida en tres planos. En primer plano tenemos el puente Ôhashi, dibujado desde un planeo aéreo y abrupto, que en lugar de reflejar la largura del mismo, se centra sólo en un pequeño fragmento, para expresar aún más el breve espacio temporal en el que se sitúa la obra. Sobre él hay siete figuras humanas que corren hacia ambos lados del puente para refugiarse del aguacero, que parece haber empezado a caer de pronto, sorprendiéndoles a medio camino. En segundo plano se halla el río Sumida, ancho y abundante, y que gracias a la composición inclinada de línea de la orilla da la sensación de que se vaya a desbordar de un momento a otro a causa de la lluvia. Sobre el río rema un solitario navegante sobre una balsa, que extrema aún más la sensación de grandeza de las aguas. El tercer plano muestra una orilla a la lejos, oscurecida debido a la distancia sobre los ojos del espectador y a las nubes negras que cubren la escena. En aquella orilla se hallaban los almacenes del Shôgun, en los que se guardaban barcos militares, como el Atake-maru, y pese a que se consideraba tabú incluir referencias al shogunato en este tipo de obras, se pueden entrever en la xilografía de Hiroshige. También se puede vislumbrar en el extremo derecho de la orilla la silueta de una torre de bomberos.



Los tres planos de la obra quedan unidos gracias a la lluvia torrencial que cae sobre el lugar. Para lograr el efecto caótico y aleatorio de las gotas de agua, Hiroshige diseñó las más de 100 líneas que componen la lluvia en dos planchas de madera diferentes, para que fueran estampadas una sobre la otra y quedara más natural.

Debido a la limitación de los colores que se utilizaban en una xilografía en la época (a más colores, más planchas de madera eran necesarias y más cara su producción, aunque las planchas se aprovecharan tallándolas por ambos lados), Hiroshige emplea diferentes técnicas para lograr efectos de profundidad en el río y en la lejanía de la orilla, como por ejemplo el bokashi, que consiste en eliminar el groso de la pintura de las planchas de madera para conseguir una gradación fluida del color y parezca difuminado. Los colores clave son el azul prusiano (muy famoso en las obras de este autor, hasta el punto de llamarlo “Azul Hiroshige”), el gris y el marrón. Lo que más llama la atención al espectador es el punte de madera, no sólo por la cercanía sino porque también destaca con su color claro sobre el fondo azul y grisáceo del conjunto de la obra.

Efecto Bokashi

La influencia de esta obra años después en occidente no se entendería sin el papel que realizaron algunos personajes de la época, voluntaria o involuntariamente, con el que crearon puente cultural entre oriente y occidente que puso en boga el gusto por el japonesismo en países europeos y en Estados Unidos. El libro que publicó el famoso oficial Matthew C. Perry en 1856 sobre su estancia en Japón, fue importante para la difusión de la obra de Hiroshige, ya que en él se encontraban numerosas ilustraciones suyas, muy admiradas por el estadounidense. El arquitecto Frank Lloyd Wright también dio a conocer al autor Japonés, ya que gracias a las estampas que importó de Japón se realizó la primera retrospectiva dedicada a Hiroshige, en el Instituto de Arte de Chicago en 1906. Muchas de sus obras se exponen hoy en día en museos estadounidenses y europeos, como por ejemplo En Hara: Monte Fuji con el resplandor de la mañana (1833), influenciada por Hokusai, que se encuentra en el Museo de Newark (EEUU); o el de Fuegos artificiales sobre el puente Ryôgoku (1857), en el British Museum de Londres (UK).

En la década de los 70, James McNeill Whistler compuso una serie de pinturas nocturnas influenciado por Hiroshige, pero nada fue tan decisivo como el hecho de que un pintor europeo tan famoso como Vincent Van Gogh versionara esta xilografía de Hiroshige (Serie japonesa: Puente bajo la lluvia. 1887) para que muchos otros autores se influencien en él, incluso en la actualidad. Kanji Nakamura y su Hiroshige and the Goldfish (1926), la francesa Fabienne Delacroix con Les Amants de la Passerelle, el brasileño Vik Muniz y El monte Fuji visto desde el mar Satta según Hiroshige (2009) o la británica Emily Allchurch con la serie Tokyo Story 2011 (Cherry blossom; Lotus Garden...) son un claro ejemplo de lo viva que sigue la obra de Utagawa Hiroshige y de cómo su influencia rebasa fronteras y épocas.

Van Gogh. Serie japonesa: Puente bajo la lluvia. 1887

En definitiva, para comprender las repercusiones que una obra ha tenido en la historia es necesario conocer el contexto histórico en el que se creó, con qué fin se creó (en este caso comercial y artístico), qué temática empleó y para qué público estaba pensado, de quién se influyó y para quienes fue fuente de inspiración, el material y el proceso de creación, las características propiamente artísticas de la obra, la vida y personalidad del autor (aunque no en todos los casos se da este punto) y por último qué factores ajenos a la obra en sí incidieron en su difusión. 

 Fabienne Delacroix. Les Amants de la Passerelle


Kanji Nakamura. Hiroshige and the Goldfish, 1926


Izquierda: Utagawa Hiroshige, Suigin Grove and Masaki. Derecha: Emily Allchurch, Cherry Blossom


Izquierda: Utagawa Hiroshige, Monte Fuji visto desde el mar Satta. Derecha: Viz Muniz, [...] según Hiroshige.


 Izquierda: Utagawa Hiroshige, Irish Garden. Derecha: Emily Allchurch, Lotus Garden.





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