martes, 7 de agosto de 2012

Amélie Nothomb. Metafísica dels tubs.


Análisis realizado para la asignatura de Sociedades del Asia Oriental (2º curso). No acaba de gustarme.


Metafísica dels tubs.
Amélie Nothomb.



Nothomb, Amélie, Metafísica dels tubs, Barcelona: Columna, 2001, 131pp.


En Metafísica de los tubos, Amélie nos presenta una autobiografía surrealista sobre los tres primeros años de su vida. Nacida en Japón, hija de diplomáticos belgas, con una aya japonesa y con un particular punto de vista, la pequeña protagonista va narrando en primera persona aquellos sucesos que para ella son trascendentales y que la marcarán para siempre.


Desde una aproximación antropológica, la novela presenta una serie de características propias (que no exclusivas) de la cultura japonesa, como por ejemplo la dicotomía entre uchi/soto, honne/tatemae, la veneración a los antepasados, el exotismo, el amae, evocaciones al furusato, la concepción de nativo/patria o el continuo cambio de las cosas.



En primer lugar la protagonista se presenta como Dios, completa en si misma, sin nociones de su existencia en comparación a los demás y sin ninguna duda que la motive a desarrollar un pensamiento o un lenguaje, puesto que no los necesita. A partir del descubrimiento de su individualidad y de darse cuenta de que no puede controlar aquello que no es 'ella', comienza a desarrollar un patrón de aceptación en su círculo interno: la creación de su uchi. Empieza con su abuela materna, ya que el lazo que las une es el del 'nacimiento'. Su madre le dio a luz en un nacimiento físico, pero no nació mentalmente hasta la edad de dos años y medio, gracias a su abuela y al chocolate belga, alegoría del placer individual. Es en este vínculo en el que se menciona el culto a los antepasados cuando la abuela muere, no como algo ritual o tradicional, sino como el hecho de “devolverle en mi memoria la vida que me ha dado”.


Poco a poco va inegrando a los miembros de su familia que le caen en gracia a su uchi, independientemente de los lazos de sangre que les unan (por ejemplo, considera a la aspiradora como a una hermana, ya que se ve reflejada en ella, mientras que desprecia a su hermano por no ver en él nada positivo o que le aporte estabilidad). Es muy importante el uso del lenguaje que hace la protagonista, aunque se comprende mejor desde los conceptos honne/tatemae, explicados más adelante.


Su centro de seguridad, de armonía, se centra en el jardín de su casa y en su persona. Después de escoger 'ser japonesa' incluye a toda la comunidad dentro de su uchi, hasta que conoce al personaje de Kashima-san, ya que destruye los pilares de su lógica: la protagonista es japonesa, por lo que comparte un vínculo con todos los japoneses, que les hace iguales. Sin embargo, una japonesa como Kashima-san no parece aceptarle a ella como tal, momento simbolizado en la presentación de la niña ante su segunda aya vestida con un kimono.


Poco a poco va abriendo su espacio de armonía a otras zonas, normalmente relacionadas con el agua, como el Pequeño Lago Verde, o el vecindario de la zona: “todo estaba en su sitio, como si fuera mi casa”.


Los momentos en los que sale metafóricamente de ese círculo de seguridad producen situaciones de riesgo y peligro, como cuando intenta alejarse de Japón en la playa y está apunto de ahogarse o cuando intenta abandonar su habitación por la ventana. El exterior le atrae, el soto le fascina, aquello que es diferente a lo que conoce, pero a la vez le proporciona experiencias negativas, que por otra parte no parecen afectarle.


La protagonista se introduce en en mundo del lenguaje con 'papa' y 'mama' como si fuera una mera formalidad, dando un claro ejemplo de lo que es el tatemae: aquello que se ha de decir, lo que es ideal para mantener la armonía. Por el contrario, su tercera palabra está libre de toda restriscción, por lo que es libre de decir aquello que quiera, libertad que precisamente la reprime: se da cuenta del poder del lenguaje y del peligro que conlleva si se utiliza mal. El vínculo que le une a sus padres se reafirma por haberles dado nombre, por haberles dado un rol social dentro de su vida, al margen de su unión biológica. Las palabras, según la niña, también son capaces de crear, de destruir, de matar o de ser inofensivas. La elección de hablar en japonés refleja el vínculo que siente con su país, un vínculo cálido que se opone a la frialdad con la que piensa en Bélgica, ya que se niega a aceptar que también forma parte de ella.


También salen a la luz los conceptos de omote y ura. La protagonista hace una diferenciación entre su capacidad interna y real de razonar y hablar (ura), y de la fachada exterior que presenta en frente de sus progenitores (omote) ante los que pretende no ser capaz para no desestabilizarles (rompería la armonía). Es destacable el hecho de que sólo se presente tal y como es realmente ante Nishio-san, su aya japonesa, que despierta en ella un sentimiento de afecto más próximo al de una madre.


Es en esta relación en la que surge el Amae, una relación de interdependencia para demostrar el afecto mutio en la que ambas partes son conscientes de ello: “ponía una cara de sufrimiento sin otro motivo que mi deseo a ser consolada, y ella me seguía el juego”. El personaje de Nishio-san, junto al del jardín de su casa y el del Pequeño Lago Verde producen en la pequeña una serie de sentimientos de afecto y nostalgia característicos del furusato o visión idílica de un lugar. Normalmente vinculado a una madre, en este caso es el aya la que cumple ese rol, fortaleciendo aún más el vínculo que la protagonista tiene con ella.


Este vínculo es el más importante de la novela, ya que es el detonador de la tragedia más grande que pueda sufrir la niña: que le arranquen de sus raíces. Comprender que un día tendrá que abandonar el país que la ha visto nacer, que perderá a su madre cultural, que perderá su centro de seguridad, le lleva a una muerte interior expresada en su apogeo en la escena del estanque de las carpas. Una muerte metafórica en el pleno centro de su uchi, rodeadas del símbolo más representativo de un Japón que no es el suyo, ante la mirada fría de una japonesa que no la acepta por ser aparentemente occidental (mientras que la protagonista se considera japonesa).


La figura de Kashima-san sirve para presentar una contraposición al furusato de la niña (el jardín, el lago, la naturaleza...) con el furusato o lugar ideal de la segunda aya. Un Japón anterior a a la Segunda Guerra Mundial, gobernado por una nobleza fuerte y aristocrática, que representa 'la cultura japonesa tradicional', los 'valores japoneses', a los que situa por encima de otros valores debido a su 'originalidad' y siendo únicos en su especie. Da la impresión de ser un personaje anclado en una época anterior, incapaz de evolucionar junto con el tiempo, con una concepción generalizada, etnocéntrica y racista de los 'occidentales'.


Por último sale como tema a destacar la combinación de exotismos de dos culturas en la figura del padre de la protagonista, el “cantante de de los ojos azules”, junto a un vínculo de maestro/discípulo del que precisamente se prescinde del estereotipo extranjero: le trata con la misma severidad que a sus otros discípulos, con la excepción del baile (reflejo de que 'el nô es algo propio de la cultura japonesa que solo un verdadero japonés puede comprender/realizar').


En definitiva, muchos aspectos de la novela de Amélie Nothomb son atractivos desde un punto de vista del análisis antropológica, además de darle una profundidad que de otra manera puedes perderte. Un lector ajeno a estos conceptos puede no comprender algunos de sus aspectos más reveladores y quedarse en la comparación que la protagonista hace de su persona con la de Jesús y la comparación de su vida con la de una religión. Aun así, al ser estos conceptos también parte de otras culturas, no solo de la japonesa, una persona que aborde la novela desde un punto de vista autobiográfico al margen del surrealismo de Nothomb es probable que vea reflejados algunos aspectos de su vida: el dolor de perder a un ser querido, la curiosidad por aquello ajeno a nosotros, vincular nuestro centro de seguridad a un espacio conocido o la nostalgia que nos produce algún lugar de nuestra infancia.

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