martes, 7 de agosto de 2012

Enrique Moradiellos. El oficio de historiador.


Esta reseña fue redactada para la asignatura de Historia de Asia (1r curso). Creo que me quedó bastante chapucero. 


El oficio de historiador
-Enrique Moradiellos-



Ficha Bibliográfica. Enrique Moradiellos. El oficio de historiador, Madrid, Siglo XXI, 2008 (5ª edición), 268 páginas.


Presentación del autor. Licenciado y doctorado en la Universidad de Oviedo, el historiador Enrique Moradiellos se especializó en historia contemporánea ya desde sus inicios como investigador en 1985, con el estudio sociológico de la historia reciente de Asturias (El sindicato de los obreros mineros de Asturias. 1910-1930, 1986). Años después, en 1989, participó como Research Fellow en el Centro de Estudios Españoles Contemporáneos, perteneciente al Queen Mary & Westfield College, a la vez que ejerció como profesor de história contemporánea en la Universidad de Londres. Obras como Neutralidad benévola. El Gobierno británico y la insurrección militar española de 1936 (1990) o La perfidia de Albión. El gobierno británico y la guerra civil española (1996) son el resultado de los estudios realizados en aquella época, que marcó la tendencia historiográfica del autor.

En la línea de los libros didácticos como el que nos ocupa, Las caras de Clío. Una introducción a la historia (2001) es el claro precursor, pensado para estudiantes universitarios que se inician en los estudios de historia, pero sin el elemento más práctico de las técnicas de redacción de textos y análisis de El oficio de historiador (2005).


En la actualidad compagina sus tareas de docente en la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad de Extremadura con sus labores de historiador, que versan sobretodo en el estudio de la Guerra Civil Española (1936. Los mitos de la guerra civil, 2004) y de las figuras más importantes de ese periodo histórico, como Francisco Franco. Crónica de un caudillo casi olvidado (2002) o Negrín. Biografía de la figura más difamada de la España del siglo XX (2006).



Resumen temático global. 

A medio camino entre libro teórico y libro de aplicación práctica, El oficio de historiador es un buen reflejo de la vida de su autor, Enrique Moradiellos, a la vez historiador y profesor, que nos presenta en cuatro breves capítulos todas las herramientas necesarias para comprender la Historia y tomar consciencia de su importancia.


¿Qué es la historia?; La evolución de la historiografía desde los orígenes hasta la actualidad; Cómo se enseña y estudia la historia en la universidad; Introducción a las técnicas de trabajo universitario. Cuatro temas, cuatro capítulos, todos ellos dividídos en epígrafes que facilitan su sintetización y comprensión, acompañados de una extensa referencia bibliográfica y de numerosos ejemplos que sirven de escalón hacia una futura profundización de los temas que se exponen en cada capítulo.



Examen crítico y conclusiones.

El oficio de un historiador comienza por conocer en qué consiste su materia de estudio. En un primer capítulo libre de simplificaciones lingüísticas propias de los libros introductorios, el autor expone una serie de conceptos que nos pueden ayudar a resolver la pregunta '¿qué es la historia?'.


La historia es una parte inseparable de toda cultura humana. Incluso de manera inconsciente, el pasado colectivo que une a una sociedad está presente en nuestras acciones más corrientes, ya sea por una tradición religiosa en concreta impregnada en la vida social de un estado como por el mero hecho de saber que nuestros abuelos fueron una vez nietos y estos nietos de sus abuelos.


El papel que juega el historiador en el estudio de la historia ha sido controvertido durante varios siglos, enfrentándose la postura objetivista del estudio y narración de los hechos del pasado- hoy desmentida, debido a la subjetividad inherente que posee todo individuo por su manera de pensar, educación o contexto en el que vive, ya sea consciente o inconscientemente aplicada en su análisis historiográfico- y la postura de una narración crítica desde los diferentes puntos de vista precisamente diferenciados de cada persona.


A través de una serie de axiomas definidos desde finales del s.XVIII se ha llegado a una normalización de las prácticas historiográficas aceptadas como correctas para el estudio del pasado. En primer lugar, el pasado (incognoscible) se estudia a partir de los documentos y reliquias que ha dejado a su paso, y por lo tanto esas pruebas de estudio han de poder ser contrastadas por más de un investigador, físicas, tangibles y verificables (se rechazan pruebas orales precisamente por su difícil perduración temporal). En segundo lugar, el principio determinista genético incide en que la sociedad evoluciona debido a un proceso de desarrollo interno, y que son las 'vinculaciones genéticas' que se suceden al largo de los años las que determinan la actividad histórica. Por lo tanto se omiten los mitos o intervenciones divinas como explicaciones a los hechos del pasado. Y por último lugar, la correcta datación de los acontecimientos históricos, la incongruencia de los anacronismos y sobretodo la aceptación de que la historia es algo que se sucede a si misma, que es irreversible y que siempre avanza es algo que se ha de tener en cuenta para el análisis correcto de las fuentes que utilicen los historiadores, pudiendo determinar su veracidad o desmentirla para una interpretación correcta de los hechos.


El papel que juega el estudio de la historia para una sociedad es clave para comprender el presente, o tristemente, para moldearlo. En muchas ocasiones la postura propagandística de los historiadores ha sido capaz de movilizar masas humanas por su 'consciencia' grupal, y muchos de los cambios históricos que han acontecido han sido precisamente por el intento de explicar el pasado.


En el segundo capítulo, más detallado y ejemplificado, Moradiellos presenta la evolución de la historia del estudio de la historia desde sus origenes, en los que empezó en su faceta más narrativa y confrontada a las explicaciones mitológicas sobre los hechos, hasta la práctica monopolización de su estudio por la Iglesia Católica en la Edad Media. La confluencia de una historiografía literaria (sin pretensiones de estudios archivistas o de hechos pasados para conformar la explicación) y la historia erudita se dieron hasta principios del siglo XIX, donde la ciencia de la historiografía se asentó de la mano de Leopold von Ranke, que sostuvo la postura objetiva del historiador, mero 'narrador' de los hechos del pasado, como la práctica aceptada del estudio de la historia hasta que varias voces críticas con dicho sistema (incluído el sucesor de Ranke, Jacob Burckhardt, o la creación de la escuela de los annales francesa) pusieron en duda la supuesta objetividad del historiador, alegando no solo la parte inherente interpretativa de las personas, sino también que la finalidad del estudio histórico debía de ser precisamente la causa de la sucesión de los hechos, del estudio de otras ramas históricas además de la política-diplomática-bélica, como la historia económica o social. Finalmente el movimiento marxista consiguió sembrar la semilla que causaría la Gran Guerra contra la práctica historiadora del siglo XIX.


En un segundo bloque, el autor se centra en la enseñanza como tal de la historia en la actualidad. En un primer lugar, destaca el papel de los historiadores en su doble función investigadora y pedagógica en el marco de las universidades, que todavía siguen el método clásico de la lectio, comentatio y disputatio aunque en su vertiente de clase magistral-clase práctica. En el actual plan bologna, las clases magistrales como tales han dado paso a una clase teórico-práctica, más reducida y con una mayor presencia de la dialéctica entre estudiantes y profesores. En todo caso, el esquema estudio en clase, apuntes, estudio individual y evaluación de conocimientos sigue siendo el esqueleto de la transmisión de conocimientos por excelencia.


Sin profundizar demasiado en su análisis, el último bloque del libro consiste en la presentación de las técnicas de trabajo más habituales a las que habrá de recurrir el futuro historiador (también aplicables a otras materias) en su vida académica e investigadora. No solo es de gran utilidad por su explicación clara y concisa de los objetivos que buscamos al realizar dichas técnicas y la mejor manera de exponerlas, sino que también ofrece ejemplos muy completos de la elaboración de dichos trabajos.


Creo que si bien El oficio de historiador es una buena herramienta para la elaboración de trabajos universitarios, su importancia reside en hacerte comprender la importancia que tiene el uso de la historia, de lo útil que resulta su estudio para comprender las acciones del presente, como de muchas de las prácticas que los estados han llevado a cabo para eliminar parte de dicha historia (la parte menos agradable del nazismo alemán) o para reafirmar un sentimiento nacionalista unido por el pasado cultural que comparte un grupo de personas (como la educación japonesa en el periodo de la Segunda Guerra Mundial). El uso irresponsable de la Historia, o el mero hecho de una explicación histórica mal documentada puede llevar a que se produzcan hechos históricos del vertiente más negativo en nuestro presente. 

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