Esta reseña fue redactada para la asignatura de Historia de Asia (1r curso). Creo que me quedó bastante chapucero.
El oficio de historiador
-Enrique Moradiellos-
Ficha Bibliográfica.
Enrique Moradiellos. El oficio de historiador,
Madrid, Siglo XXI, 2008 (5ª edición), 268 páginas.
Presentación
del autor. Licenciado y
doctorado en la Universidad de Oviedo, el historiador Enrique
Moradiellos se especializó en historia contemporánea ya desde sus
inicios como investigador en 1985, con el estudio sociológico de la
historia reciente de Asturias (El sindicato de los obreros
mineros de Asturias. 1910-1930, 1986).
Años después, en 1989,
participó como Research Fellow en
el Centro de Estudios Españoles Contemporáneos, perteneciente al
Queen Mary & Westfield College, a la vez que ejerció como
profesor de história contemporánea en la Universidad de Londres.
Obras como Neutralidad benévola. El Gobierno británico y
la insurrección militar española de 1936 (1990)
o La perfidia de Albión. El gobierno británico y la
guerra civil española (1996)
son el resultado de los estudios realizados en aquella época, que
marcó la tendencia historiográfica del autor.
En
la línea de los libros didácticos como el que nos ocupa, Las
caras de Clío. Una introducción a la historia (2001)
es el claro precursor, pensado para estudiantes universitarios que se
inician en los estudios de historia, pero sin el elemento más
práctico de las técnicas de redacción de textos y análisis de El
oficio de historiador (2005).
En
la actualidad compagina sus tareas de docente en la Universidad
Complutense de Madrid y la Universidad de Extremadura con sus labores
de historiador, que versan sobretodo en el estudio de la Guerra Civil
Española (1936. Los mitos de la guerra civil,
2004) y de las figuras más importantes de ese periodo histórico,
como Francisco Franco. Crónica de un caudillo casi
olvidado (2002) o Negrín.
Biografía de la figura más difamada de la España del siglo XX
(2006).
Resumen
temático global.
A medio
camino entre libro teórico y libro de aplicación práctica, El
oficio de historiador es un buen
reflejo de la vida de su autor, Enrique Moradiellos, a la vez
historiador y profesor, que nos presenta en cuatro breves capítulos
todas las herramientas necesarias para comprender la Historia y tomar
consciencia de su importancia.
¿Qué
es la historia?; La evolución de la historiografía desde los
orígenes hasta la actualidad; Cómo se enseña y estudia la historia
en la universidad; Introducción a las técnicas de trabajo
universitario. Cuatro temas, cuatro capítulos, todos ellos dividídos
en epígrafes que facilitan su sintetización y comprensión,
acompañados de una extensa referencia bibliográfica y de numerosos
ejemplos que sirven de escalón hacia una futura profundización de
los temas que se exponen en cada capítulo.
Examen
crítico y conclusiones.
El
oficio de un historiador comienza por conocer en qué consiste su
materia de estudio. En un primer capítulo libre de simplificaciones
lingüísticas propias de los libros introductorios, el autor expone
una serie de conceptos que nos pueden ayudar a resolver la pregunta
'¿qué es la historia?'.
La
historia es una parte inseparable de toda cultura humana. Incluso de
manera inconsciente, el pasado colectivo que une a una sociedad está
presente en nuestras acciones más corrientes, ya sea por una
tradición religiosa en concreta impregnada en la vida social de un
estado como por el mero hecho de saber que nuestros abuelos fueron
una vez nietos y estos nietos de sus abuelos.
El
papel que juega el historiador en el estudio de la historia ha sido
controvertido durante varios siglos, enfrentándose la postura
objetivista del estudio y narración de los hechos del pasado- hoy
desmentida, debido a la subjetividad inherente que posee todo
individuo por su manera de pensar, educación o contexto en el que
vive, ya sea consciente o inconscientemente aplicada en su análisis
historiográfico- y la postura de una narración crítica desde los
diferentes puntos de vista precisamente diferenciados de cada
persona.
A
través de una serie de axiomas definidos desde finales del s.XVIII
se ha llegado a una normalización de las prácticas historiográficas
aceptadas como correctas para el estudio del pasado. En primer lugar,
el pasado (incognoscible) se estudia a partir de los documentos y
reliquias que ha dejado a su paso, y por lo tanto esas pruebas de
estudio han de poder ser contrastadas por más de un investigador,
físicas, tangibles y verificables (se rechazan pruebas orales
precisamente por su difícil perduración temporal). En segundo
lugar, el principio determinista genético incide en que la sociedad
evoluciona debido a un proceso de desarrollo interno, y que son las
'vinculaciones genéticas' que se suceden al largo de los años las
que determinan la actividad histórica. Por lo tanto se omiten los
mitos o intervenciones divinas como explicaciones a los hechos del
pasado. Y por último lugar, la correcta datación de los
acontecimientos históricos, la incongruencia de los anacronismos y
sobretodo la aceptación de que la historia es algo que se sucede a
si misma, que es irreversible y que siempre avanza es algo que se ha
de tener en cuenta para el análisis correcto de las fuentes que
utilicen los historiadores, pudiendo determinar su veracidad o
desmentirla para una interpretación correcta de los hechos.
El
papel que juega el estudio de la historia para una sociedad es clave
para comprender el presente, o tristemente, para moldearlo. En muchas
ocasiones la postura propagandística de los historiadores ha sido
capaz de movilizar masas humanas por su 'consciencia' grupal, y
muchos de los cambios históricos que han acontecido han sido
precisamente por el intento de explicar el pasado.
En
el segundo capítulo, más detallado y ejemplificado, Moradiellos
presenta la evolución de la historia del estudio de la historia
desde sus origenes, en los que empezó en su faceta más narrativa y
confrontada a las explicaciones mitológicas sobre los hechos, hasta
la práctica monopolización de su estudio por la Iglesia Católica
en la Edad Media. La confluencia de una historiografía literaria
(sin pretensiones de estudios archivistas o de hechos pasados para
conformar la explicación) y la historia erudita se dieron hasta
principios del siglo XIX, donde la ciencia de la historiografía se
asentó de la mano de Leopold von Ranke, que sostuvo la postura
objetiva del historiador, mero 'narrador' de los hechos del pasado,
como la práctica aceptada del estudio de la historia hasta que
varias voces críticas con dicho sistema (incluído el sucesor de
Ranke, Jacob Burckhardt, o la creación de la escuela de los annales
francesa) pusieron en duda la supuesta objetividad del historiador,
alegando no solo la parte inherente interpretativa de las personas,
sino también que la finalidad
del estudio histórico debía de ser precisamente la causa de la
sucesión de los hechos, del estudio de otras ramas históricas
además de la política-diplomática-bélica, como la historia
económica o social. Finalmente el movimiento marxista consiguió
sembrar la semilla que causaría la Gran Guerra contra la práctica
historiadora del siglo XIX.
En
un segundo bloque, el autor se centra en la enseñanza como tal de la
historia en la actualidad. En un primer lugar, destaca el papel de
los historiadores en su doble función investigadora y pedagógica en
el marco de las universidades, que todavía siguen el método clásico
de la lectio, comentatio y
disputatio aunque en
su vertiente de clase magistral-clase práctica. En el actual plan
bologna, las clases magistrales como tales han dado paso a una clase
teórico-práctica, más reducida y con una mayor presencia de la
dialéctica entre estudiantes y profesores. En todo caso, el esquema
estudio en clase, apuntes, estudio individual y evaluación de
conocimientos sigue siendo el esqueleto de la transmisión de
conocimientos por excelencia.
Sin
profundizar demasiado en su análisis, el último bloque del libro
consiste en la presentación de las técnicas de trabajo más
habituales a las que habrá de recurrir el futuro historiador
(también aplicables a otras materias) en su vida académica e
investigadora. No solo es de gran utilidad por su explicación clara
y concisa de los objetivos que buscamos al realizar dichas técnicas
y la mejor manera de exponerlas, sino que también ofrece ejemplos
muy completos de la elaboración de dichos trabajos.
Creo
que si bien El oficio de historiador es
una buena herramienta para la elaboración de trabajos
universitarios, su importancia reside en hacerte comprender la
importancia que tiene el uso de la historia, de lo útil que resulta
su estudio para comprender las acciones del presente, como de muchas
de las prácticas que los estados han llevado a cabo para eliminar
parte de dicha historia (la parte menos agradable del nazismo alemán)
o para reafirmar un sentimiento nacionalista unido por el pasado
cultural que comparte un grupo de personas (como la educación
japonesa en el periodo de la Segunda Guerra Mundial). El uso
irresponsable de la Historia, o el mero hecho de una explicación
histórica mal documentada puede llevar a que se produzcan hechos
históricos del vertiente más negativo en nuestro presente.
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